Palabras desde la entraña: «Memoria de un Miedo»

MEMORIA DE UN MIEDO

Recuerdo perfectamente cómo el miedo recorrió mi cuerpo cuando La Car me llamó para ofrecerme la posibilidad de viajar con Payasos Sin Fronteras a Sierra Leona.  Corría el año 2015 y ya llevábamos meses escuchando hablar del temible Ébola que azotaba ese país y sus alrededores. Aquel miedo instantáneo nació como un latigazo que contraía mi cuerpo desde el interior. Me quedé muda, le dije que me diera un día para pensarlo y que mañana la llamaría.

¡Buah! Cuando colgué el teléfono, el miedo me paralizaba.

-¡Ostia! ¡Sierra Leona! ¡Directa al meollo!

¡Qué cague y qué nervios!

Respiré hondo….

…pero nada, andaba como loca arriba abajo por la casa…

Me daba vértigo la propuesta, un miedo animal que conectaba directamente con un ansia de supervivencia.

Aquel bicho del Ébola estaba tan satanizado mediáticamente que mi ser no era ajeno a esa etiqueta de “gran mal”. Por mucho que yo me pensara “outsider” en mi vida bohemia y payasil, la llamada de La Car, me acababa de confirmar que no era así, era la primera vez que una llamada me hacía enfrentarme con ese latigazo de miedo tan profundo… ¡Estaba C-A-G-A-D-A!…

No sabía qué hacer, tenía que decidir algo…

Sentía el impulso de salir y contarle a los vecinos la llamada que acababa de recibir… pero… con solo pensarlo me daba cuenta que mi miedo crecía, porque, al miedo que yo tenía, tendría que sumarle además el de los demás…

-¡Joder¡ ¿Y cómo le digo a mi madre que me voy a Sierra Leona a hacer el payaso?

¡Joder, no!… ¡Tenía que tomar la decisión yo solita en mi habitación!

Eso de repente, me hizo fuerte. Aquel vértigo inicial combinado con ese estado animal de alerta, que el propio miedo despierta, comenzó a hacerme cosquillas en la barriga…

…Y me fui dando cuenta que ese miedo me daba gustillo, que tras él había algo que quería hacer, quería vivir esa experiencia, quería ir allí, aliada e impulsada por mi propio miedo para ver, una vez más, con mis ojinos qué había ahí detrás.

Y así lo hice, al día siguiente llamé a La Car y le dije que me sumaba a la expedición, con mis ganas locas, mis miedos y una gran ilusión.

Aún tardé días en decirle a mis padres que me iba y a mis vecinos no se lo dije hasta momentos antes de mi partida, quería ahorrarme cualquier otro miedo que quisiera sumarse al viaje, suficiente tenía yo ya con lidiar con los míos y sus propios líos.

Emprendí aventura hacia la boca del miedo de aquel tiempo y me encontré bajando al sur por su garganta, por un hilo fino que se unía con mi entraña… donde no hay ayer ni hay mañana.

Unas fuertes medidas sanitarias nos dieron la bienvenida, pistolita en las sienes para tomar la temperatura era el pan de cada día; con sus cubos llenos de agua con lejía, donde, diariamente, unas decenas de veces, tus brazos hasta el sobaco introducías; nada más llegar, a rellenar papeles: de dónde vienes, dónde vas, dónde te vas a quedar; a cada trecho y a diario controles policiales con el mismo protocolo sanitario. También tenían su toque de queda a partir de las 18h, las calles plagadas con murales y pinturas por todos lados de “No tocar” “El Ébola acaba en ti”,”No toques a los muertos”

Todo en aquel país llevaba paralizado meses, en aquellos días comenzaban como quien dice a volver a la vida, aunque el brote no había sido aún erradicado del todo  y continuaban con el toque de queda y  aún podías encontrar lugares y familias en cuarentena, a las cuales unos seres vestidos de astronautas les facilitaban alimentos y les recogían sus desechos.

Un día actuamos para una de aquellas familias, fue muy emocionante aquel momento, al comprobar con mis propios ojos cómo la risa es un poderoso medicamento que ahuyenta, sobre todo, a los virus del miedo y convierte la desidia y el tedio en alimento para los corazones hambrientos.

En aquella parte del mundo, donde el nivel de higiene no tiene nivel, como detalle extremo, podías bajar a un laberintico “Slam” de casas de hojalata construidas entre montañas de basura a la orilla de la bahía, con riachuelos de heces y excrementos donde veías gallinas y cerdos, pescados morenos de moscas al sol, esperando a formar parte de alguna digestión.

En esa parte del mundo donde el ritual funerario consiste en lavar a los muertos, donde los familiares y amigos pasan a despedirse de él tocando su cuerpo, donde se frotan la cara, convencidos de estar impregnándose del espíritu del fallecido,

¿Cómo no se va a expandir el virus si el difunto con su último saludo infecta a todos sus seres queridos?

En estos días de psicosis colectiva y miedos me vienen todos estos recuerdos…

Me viene Momo, bailarín, mago y seguro que ahora también funambulista, que vivía en un “Cultural Village” cercano a Freetown. En aquel poblado convivían, los músicos, bailarines, cómicos y magos del lugar… ellos, allí, habían sufrido la cuarentena y habían perdido a compañeros y compañeras.  Y cómo no, nos comentaron los 10 meses de inactividad que llevaban desde que comenzó el brote y las restricciones que habían sufrido a nivel de movilidad y reunión y cómo eso había afectado a su trabajo, deteniendo sus giras internacionales, sus bolos en hoteles para turistas, sus bolillos de esquina si se veían apurados… todo.

De trabajar… a la Nada… ni una sola actuación en 10 meses.

El Arte también se pone en cuarentena.

El encuentro con este “village” fue de mucho alimento, compartir con grandes y pequeños nuestros universos paralelos.

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Foto de la Expedición de PSF a Sierra Leona, Junio 2015.

Y ahora, más que nunca, empatizo con mis hermanos…

… viendo como todo se tambalea…

cuando menean un poco la zona de confort de nuestro primer mundo de limpieza y perfección,

cuando los experimentos de los que dirigen estos cuentos nos tocan a nosotros en nuestros huesos,

cuando nos informan a cada segundo para mantenernos reinformados de que estamos uniformados en nuestra desinformación de no enterarnos,

cuando intentan correr cortinas a coronas rancias y sus mierdas varias,

cuando descienden los índices en alza y asciende la codicia, bien primaria, de “leches” y latas,

cuando, de tener un pasaporte privilegiado, pasamos a ser non gratos para el de al lado,

cuando las fronteras cambian las puntas de costado

y nos dicen que nos lavemos las manos,

cuando ellos llevan haciéndolo años y ya no podemos mirar para otro lado.

Ahora, con este parón de vida,  con este brote alienado de miedo mediático, nos hacen temer a un virus, cuando en realidad su guerra bacteriológica del pánico ya lleva años, pero en ésta ocasión nos ha tocado a nosotros, los privilegiados.

Me quito las máscaras y no me lavo las manos con ciertos asuntos humanos, y desde mi cuarentena, le abro la puerta a este momento, a esta maravillosa invitación a la reflexión y al recogimiento.

Y me vengo arriba y me salgo del tiesto y abandono sin querer la calle del miedo, encontré una placeta  donde lo único que no está prohibido es lo vivo y hay espacio para el sueño. Te invito.

¡Vente! Tomemos un té de tiempo en este cambio de ritmo  ¿Escuchas el silencio de las calles, el canto del verderón y el del mirlo? Escucho nuestro caos y nuestros latidos…

Es tiempo para detenerse en la escalera y preguntarle el nombre a la vecina nueva, abrir la ventana y charlar con el vecino para ver cómo ayudar juntos a los abuelitos del 5º… ¡Ah! ¿No puedes con los niños? Pues son tu espejito.

Son tiempos de tomarse tiempo para sentir lo que sucede fuera del engranaje de la rutina que nos envuelve y  nos tiene atrapados cada día. ¡No digo alienados, pero me gustaría!

Si os da hambre…

Si os da hambre, os convido a saborear más allá del ruidoso menú del momento servido en redes de arañas empantalladas, alimentadas con sus transgénicos brotes histéricos.

Os convido a explorar los confines confitados del aburrimiento que esconde infinitos hilos creativos de caramelo trenzado con los que confeccionar tejidos de arte fino y dulces latidos de membrillo.

En estos días en que las ciudades respiran tranquilas se siente que viene un cambio de aires, tiene pinta de que llueva y por días no escampe… pero, la primavera tormentosa está que late.

¿La escuchas?

MadamDarina.

Granada. Primavera del 2020.

 

También puedes escuchar una Lectura dramatizadda a Viva Voz en este Audio del Programa NOCHES DE TORMENTA

 

Ir a descargar

 

Aquí otra Lectura más sosegada…

 

 

2 comentarios sobre “Palabras desde la entraña: «Memoria de un Miedo»

  1. El virus Ebola mataba el 60/70% de los afectados. Tiene suerte de poder hacer literatura con este nuevo Corona virus que mata meno de lo 1% ( a pasar que nos hace creer que es muy peligroso).

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    1. Si! Soy afortunada. Mi intención con mis palabras era precisamente comentar que el Ébola era mucho más peligroso que lo que estamos viviendo ahora y que se dio en lugares donde era mucho más complejo adoptar medidas sanitarias y de control y aún así sobrevivieron. Para mi es literatura en cuanto cuidé las palabras con mimo y mucho cariño. Pero sobretodo es una experiencia que viví que me enfrentó a un miedo y ahora es lo que mas veo… miedo…y me salió esto, una reflexión personal sobre cómo lo veo. Un saludo.

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